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Durante mucho tiempo conservé la sensación de haber
nacido por error
- Nunca es justo nacer feo, porque antes o después
alguien te obliga a pagar por tus defectos, y la
fealdad es una de las taras más injustas, y la más
difícil de ocultar al mismo tiempo, pero esta desgracia,
cuya intensidad se modifica como la piel del camaleón
al contacto con el ambiente, puede llegar a ser
una tragedia si quien la padece está rodeado de
gente guapa.
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Se levantó con brusquedad y se volvió para mirarme,
y en aquel instante comprendí con una aterradora
precisión que hasta entonces mi vida no había sido
otra cosa que su ausencia.
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He vivido casi medio siglo, he pasado por tragos
mucho peores, y he aprendido que sólo cuentan dos
cosas. Una, y esto es lo más importante -se inclinó
hacia delante y tomó mis manos para apretarlas entre
las suyas-, que nadie te va a poder quitar en tu
vida lo que has bailado ya. Y dos, que a pesar de
las apariencias, no pasa nada. Nadie mata a nadie,
nadie se suicida, nadie se muere de pena, y nadie
llora más de tres días seguidos. A las dos semanas
todos vuelven a engordar y a comer con apetito,
te lo digo en serio. Si no fuera así, la vida se
habría extinguido en este planeta hace varios milenios.
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...le rogaba que me hablara, que me tocara, que
me mirara, que volviera a ser como había sido antes,
como había sido siempre, risueño y melancólico a
la vez, brusco y divertido, profundo.
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He vivido sin ganas un montón de años, me he levantado
de la cama miles de mañanas y he vuelto a ella miles
de noches sin esperar nada, sabiendo que el presente
estaba hueco, y el futuro igual de vacío, que sólo
podría trabajar, comer, digerir y dormir, siempre
lo mismo, hasta el día de mi muerte, y sin embargo...
Ahora que me estoy haciedo vieja, me doy cuenta
de que, si perdí a Jaime, fue porque lo tuve, y
creo que no cambiaría mi vida por la de nadie. Creo
que, si cambiara, volvería a perder.
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Luego alcancé a comprender que el tiempo nunca se
gana, y que nunca se pierde, que la vida se gasta,
simplemente.
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Ahora, cuando conozco a un tipo maduro, sólo me
fío de dos detalles -que lleve la calvicie con serenidad,
sin hacerse la raya encima de la oreja, y que sea
capaz de andar airosamente por la calle con una
mujer más alta que él- para discernir si es un hombre
de verdad. - ¿quieres venirte a vivir aquí?, preguntó,
pero yo le contesté con otra pregunta, ¿es que no
podemos follar como amigos?
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Yo le escuchaba, y apenas le contaba casi nada a
cambio, porque rara vez me parecía que las cosas
que pasan durante un día corriente fueran dignas
de ser contadas. - Convertirme en madre me parecía
dar un paso de gigante hacia la madurez, volverme
mucho más vieja de repente, y aquella metamorfosis
me inquietaba, porque desde entonces y para siempre,
en la misma casa donde yo viviera, habría alguien
mucho más joven que yo, con mucho mas futuro por
delante.
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La maldición es el sexo, Malena -dijo, muy despacio-.
No existe otra cosa, nunca ha existido y nunca existirá.
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